La Gorda que siempre ha mostrado dudas cuando se acerca el momento de elegir al nuevo Presidente de la República, ahora está realmente consternada. ¿Y estos son los candidatos?”, parece preguntar.
- Es lo que hay, pues mami – dice nuestra hija menor, la Bárbara, mientras chatea con una amiga distante.
- ¿Y porqué crees que no me he inscrito en los registros electorales? ¡Que horror! – agrega su hermana.
Es que el problema no es la elección entre los postulantes oficiales, de la Concertación o la Alianza, sino en las alternativas que ofrece el mercado político tradicional.
Por ejemplo ella se escandalizó la semana pasada cuando vio en la televisión a la Pamela Jiles , candidata independiente llegar hasta frente a La Moneda para depilarse públicamente las axilas en protesta porque no fue invitada al Congreso con motivo de la lectura del Mensaje Presidencial el 21 de Mayo.
- ¿Y qué le encuentras tú de gracioso a eso? – dijo ella cuando creyó percibir que me había sonreído.
Pero no, es sólo idea de ella. Tampoco me pareció gracioso. Más bien patético.
En cambio para mi esposa fue aberrante leer hoy domingo en la portada de las Ultimas Noticias que el candidato Marcos Enrique Ominami, “Marquitos”, como le decía ella, a los ocho años ya daba besos con lengua.
Ahí sí que me he sonreído. Es que él debe ser el candidato a Presidente de la República más precoz que ha tenido el país. Ni siquiera imagino a Piñera a esa edad vendiendo en el último recreo a sus compañeros de colegio la manzana que le echaba en el bolsillo la mamá; Tal vez imagino al colorín Zaldívar llevándose la pelota para la casa si no lo escogían el capitán del equipo del barrio. O a Frei amurrado porque don Eduardo no lo dejaba acompañarlo en los viajes presidenciales por el extranjero.
Marquitos no, a esa edad él daba besos con lengua.
- Que heavy – dice mi hija menor, sin despegar la vista del chat.
- ¡Cómo la pasará la pobre Karen! – aporta la mayor.
De manera que mi pobre esposa está, además de escandalizada, bastante confundida. A falta de ideas, propuestas, proyectos, programas, a lo mejor después de todo va a tener que terminar escogiendo igual entre los postulantes tradicionales. Y eso no la seduce.
- ¡Es lo que hay, pues mamá ¡ - insiste nuestra hija menor.
Entonces la hija mayor tiene la desafortunada ocurrencia de preguntar en voz alta:
- Oye papá... ¿y en que quedó tu candidatura a Diputado?
Su madre la fulmina con la mirada desde la cocina.
La verdad es que estoy decepcionado, porque a casi tres meses de haber, en esta misma columna, hecho pública mi pre postulación, no ha surgido desde ninguna parte oferta para que me incorpore a un pacto electoral.
O por último, una propuesta para bajarla a cambio de un cargo público. Hubiera incluso aceptado una seremía de algo. Por ejemplo Agricultura, ahora que quedó vacante. Soy hijo de agricultor y sé distinguir una vaca de un caballo, un chancho de un cordero, y que los morrones se plantan y las papas se siembran.
Pero nada. Ni una oferta.
Y ahí estoy yo con mi pre candidatura, viendo como se forman los Pactos sin que nadie me tome en cuenta, así como tampoco nadie me ofrezca “bajarla” a cambio de.
- Por lo menos no has rayado muros – me dice mi hija mayor.
Tiene razón. Porque conozco algunos precandidatos que tienen rayada media ciudad – muros, puentes, postes, etc - y al final esos muros van a quedar como testimonio oprobioso de su fracasada pre postulación.
- Que lo pille yo presentándose como candidato – rezonga la Gorda en voz alta desde la cocina.
Es que ella no se imagina como una Karen Dogenwailer, recorriendo las poblaciones para golpear puertas solicitando a las dueñas de casa con sonrisa de televisión el voto para su marido.
Además que a los ocho años, muchacho campesino, mis aficiones no pasaban las de corretear detrás de una pelota de futbol, de esas con pituto, y después irme a bañar al río con los amigos.
¿Pero besos con lengua? ¡Para nada!.
martes, 26 de mayo de 2009
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